LEJANÍA
Donde acaba el dolor de aquel tejado viejo
y levanta su orgullo de bronce la montaña,
conmoviendo mis versos, está la lejanía.
Donde el ocre devora la carne del otoño,
y recata al borroso distingo de mis ojos,
el pudor de la línea, está la lejanía.
Donde la noche oculta entre murmullos
sus harapos de plata desvistiéndose,
allí, muriendo un poco, está la lejanía.
Presagio de puntillas con crepúsculo
que el tiempo no culmina,
balcón para la nada, necesidad del fin
dónde nunca sabré lo que comienza,
¿Es acaso el incierto portal de la poesía?




